La Libertad de Elegir: ¡No me jodan!

Por ahí en unas columnas varias, me topé con unos comentaristas que traían a colación, si bien no explícitamente, la célebre frase «Libertad de Elegir», famosa gracias a Don Milton Friedman, quien titulara un libro y una serie de mini documentales con los mismos temas, de esa forma. Esa obra, ha sido referente para muchos defensores del libre mercado, y dicho sea de paso, el capítulo dedicado a las escuelas sirvió de base para modelar el sistema actual de subvención que tiene la educación en Chile.

Sinceramente, la frase me tiene podrido. Y me tiene podrido porque cuando estuve un tiempo estudiando sobre el sistema educacional actual, y utilizando bibliografía de todos lados ideológicos, algunos la repiten como un slogan aprendido de memoria, y convencidos de lo aplicable que pueda ser. Si algo promueve la libertad de elegir, entonces indiscutiblemente es bueno y con eso se quedan.

Hace muchos meses atrás, quedó dando vueltas en mi cabeza, algo que leí del  influyente «tuitero» Marcelo Brunet, en donde en una humilde columna nos dice: «… Antes de la adquisición del “servicio” (debe darse que) el beneficiario o sus representantes tengan a la mano toda la información para poder elegir bien donde aprender… Entonces, más que el lucro, el problema de la educación es un problema de calidad, de información adecuada a quien postula a un colegio o centro de educación superior y de capacidad de sanción a quien incumple su deber y que lucra de él«.

Lo interesante es que Brunet, inicia su columna con un comentario que me parece sirve perfectamente para indicar cuál es realmente el problema acá, diciendo: «Con algo de vergüenza confieso ser parte de una excepción: de aquella privilegiada que pudo estudiar en la Universidad que quiso la carrera que quiso. Gracias a una excepcionalmente buena educación dada en colegio particular pagado, mi posición es demasiado minoritaria. Corresponde ella, con suerte, al 10% de nuestra población«.

Seamos sensatos: No todos tienen la misma libertad de elegir. Lo que aquellos que aprenden el slogan aquél, no hacen más que taparse los ojos para no ver las distintas realidades de quienes les toca elegir. Un estudio que aparece en la Revista Observatorio Económico de la Universidad Alberto Hurtado, nos cuenta que la relación entre el Nivel Socioeconómico de la familia y la importancia que tiene el factor de la Cercanía del Colegio, al momento de elegir donde matricular a uno de sus hijos es inversa (1). Osea, entre más pobre sea una familia, más importante es que el colegio esté cerca (lo más seguro, es porque ambos padres trabajan, y/o no tienen para pagar transporte), mientras que entre más acomodada sea, menor es la atención que merece qué tan cerca se encuentre.

Este tema no es nuevo, por supuesto. Gallego y Hernando (2007) en “School Choice in Chile: Looking at the Demand Side”, aparte de dar algunos datos interesantes respecto del sistema de vouchers derivado de la propuesta de Don Milton, también tocan el tema de la libertad de los padres para elegir establecimientos educacionales. Entre otras, una conclusión importante es «parents with higher expectations on the educational attainment of their children value more the academic characteristics of schools and have smaller price elasticities» (2). Esto quiere decir que los padres que valoran más las características académicas de los colegios, no ven tan condicionadas sus elecciones al precio del servicio. En estos casos, hablamos de familias que no sólo pueden pagar un transporte, sino también una matrícula elevada.

El sentido común también sirve para pensar al respecto. Y es cierto que el sentido común es el menos común de los sentidos, dado que este no existió para prever que existiendo una segmentación del «mercado de la educación», según las preferencias de las familias ligadas a sus condiciones socioeconómica, iban a darse resultados educacionales según el ingreso familiar, y que esto iba a significar sin más que, la única herramienta capaz de permitir avanzar en la escala social, en Chile fuera ineficaz. Fue así, como al momento de iniciar la desmunicipalización en los 80, se amplió la variedad de servicios permitiendo participar a particulares, significando que algunos establecimientos enfocaran sus inversiones en el segmento de padres que quieren un colegio cerca (familias monoparentales quizás, donde sólo uno es el sostén del hogar y debe trabajar), mientras que otros, en los padres que ponen atención en factores de calidad, pero que poco les importa el precio del servicio (3). ¿No es acaso el lucro lo que ha llevado a algunos inversionistas a dedicarse a un segmento de pocos demandantes pero dispuestos a pagar alto, y a otros donde poco recibirán (subvenciones), pero en donde hay una alta demanda? ¿No es acaso, el juego de oferta y demanda en su más puro estilo, lo que ha llevado a esta segmentación?

Bien, si. Ha pasado muchos años desde que se inició el proceso de desmunicipalización y sería ser ciego el no reconocer que han existido avances en educación. Pero en el inicio de la vuelta de la democracia, la atención estuvo más orientada a crear políticas con el objetivo de la cobertura más que en la calidad.

Hoy en día, algunos defensores del sistema (más de alguno, ilusos que simplemente consideran que los estudiantes se quejan por ser flojos y no querer estudiar), apuntan a que la Superintendencia de Educación debiera venir a corregir esta falla hoy en día. Que velará por la calidad de los establecimientos que nunca se preocuparon de esto, o simplemente no pudieron. Esto no me deja tranquilo. Suponiendo que logran al menos monitorear, ¿cómo lograrán mejorar la calidad de establecimientos deficientes? ¿Más recursos? ¿Vendiéndolos a inversionistas oportunistas? Quizás si, amparados por la lógica de «Quis custodiet ipsos custodes?». Les resultará más «confiable» que la institución pública fiscalice a un tercero su mismo trabajo. Al menos, eso será quizás lo que digan «de la boca pa’ afuera».

Basta ya de ideología para hablar de educación. Antecedentes hay varios para poder avanzar en calidad y nadie se pone los pantalones para hacer algo de verdad: Hay que cambiar el Estatuto Docente y hay que evaluar a los profesores, pero debe ser con una herramienta que sepa medir el esfuerzo distinto que hace un profesor de Las Condes (una masa estudiantil más homogénea en la sala de clases), con uno de La Pintana (una masa estudiantil más heterogénea); hay por hacer manejando el número de alumnos por curso, pues hay que ayudar a los «profes» a hacer un buen trabajo (4); hay que hacer del Ministerio de Educación un organismo no dependiente del ciclo político, no orientado sólo a políticas cortoplacistas (el 84% que no entiende lo que lee, no lo hará teniendo el pase escolar todos los días del año); hay que educar a los padres, para que elija bien el establecimiento para educar a su hijo, sepa qué esperar de un buen establecimiento y sepa como participar en la tarea de educar; hay que educar a los profesores para que enseñe cautivando la atención de los alumnos, haciendo que sientan que «quieren» aprender y no «deben», desarrollando la creatividad más que la memoria; Etcétera, etcétera, etcétera.

Una última sinceración que sirve de conclusión: Aunque hagamos (porque es algo que todos debemos apoyar) esas y otras cosas más que signifiquen avances en educación tanto como en su estructura de sistema como también en la calidad de lo que se enseña dentro de la sala de clases, no veríamos los resultados hasta pasada una generación. En educación, no hay efectos importantes a corto plazo, lo que significa que el gobierno de turno deberá pensar más allá de la votación de la próxima elección presidencial, y pensar en el bienestar intertemporal del país. Ahí, y sólo ahí, la libertad de elegir entre mejorar o no, lo más importante para la base del desarrollo sustentable del país y para encaminar a la sociedad a una de menos desigualdad, la tienen unos pocos. Esperemos sepan elegir bien…

…Y que quieran.

 

 

(1) Revista Observatorio Económico, Nº 28, Marzo 2009 Facultad de Economías y Negocios, Universidad Alberto Hurtado.

(2) Gallego y Hernando (2007), «School Choice in Chile: Looking at the Demand Side». Manuscrito, Instituto de Economía UC.

(3) Dicho sea de paso, por mucho que a estos padres les interese buscar colegios con factores que supongan una buena calidad, incluso la elite de los establecimientos en Chile, no alcanzan los buenos estándares de los países desarrollados (ver la evolución de resultados prueba PISA).

(4) Jefferson Myers, en su tesis “La relación entre el número de alumnos por curso y el Rendimiento en la Prueba de Matemáticas del SIMCE 2000”, comenta que el número de alumnos por curso es un factor que incide en el rendimiento de los alumnos de bajo nivel socioeconómico.

Acerca de M.

No sé si estoy en la izquierda de la derecha, o en la derecha de la izquierda. Prefiero pensar que vivo la realidad social y política, y que en vez de girar a un lado o a otro, sigo avanzando hacia adelante. Ver todas las entradas de M.

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